martes, 17 de junio de 2014

SOBRE VINOS, CANCIONES Y FADOS (II)

Sobre Vinos, Canciones y Fados (II)



No menos antigua, que la historia del vino es la historia de la canción, cuyos orígenes coinciden casi con la historia de la humanidad, ya que para que surja solo se requerirán los sentimientos y la voz para expresarlos. Pero sin retroceder tanto en el tiempo, con los fenicios, etruscos, griegos y romanos llegaban a cada colonia la vid, el vino y también las canciones. Y la viña convirtió a los pueblos en sedentarios, ya que requería un cuidado constante; por eso el vino, como afirman sabiamente Brigitte Hansmann y Amparo Afán: …fue un elemento decisivo en el crecimiento de una sociedad estable. Y junto a la viña y a la vid, nacieron las Canciones. La gran herencia vinícola de los romanos pasó, por razones históricas que bien conocemos, a las iglesias, conventos y monasterios; en especial, los Cistercienses ó Bernardinos y Benedictinos. Aunque también hubo príncipes como, el famoso hijo de Pepino El Breve, Carlomagno o Carlos I (742-814) quien junto al desarrollo e impulso que dio a las artes y las letras, fue un promotor entusiasta de la vinicultura. Junto al vino, también proliferó la música de los Ioculatores romanos que venían  divirtiendo a las legiones romanas con sus Iocus –juegos acrobáticos y diversiones musicales- y luego los juglares germanos, que viajaban de pueblo en pueblo cantando poesías, leyendas y canciones paganas que, al principio se vieron relegadas al ambiente popular de las fiestas de cantinas y ferias callejeras ante la prohibición de la Iglesia y el poder del Estado, ya que se consideraba diabólica la música practicada por los paganos y como muestra de esta reacción, el Tercer Concilio de Toledo en el año 589, no vaciló en  prohibir los cantos profanos y danzas que eran usuales dentro de las iglesias. A manera de anécdota, debo recordar al respecto, que frecuentemente, muchos obispos toleraron en sus territorios o diócesis -haciendo caso omiso de las prohibiciones-, lo que ellos mismos solían imponer y prohibir reunidos en Concilio. Por ejemplo, en St. Martin cerca de Limoges, Francia, se danzaba en el Coro de la Catedral de San Leonardo y cantaban el famoso estribillo: …San Marçau prega per nos et nos espringarem per vos -San Marcial, rogad por nosotros y nosotros danzaremos por vos-, y en Sens, también Francia durante el siglo XV, el pre-chantre o cantor catedralicio, bailaba en la nave central del templo al ritmo de un Responsorio gregoriano.

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