lunes, 7 de julio de 2014

EL TANGO...Sus orígenes (II)

En la que puede ser considerada su larga edad juvenil, el Tango conoció como único destino el baile. Era música, en verdad, pero al servicio exclusivo de la danza y no del canto o del concierto, hacia los cuales evolucionaría más tarde por la exigencia colectiva.

Nació, pues, para ser bailado en cualquier lugar en donde se le abriese cancha a la pareja –constituida, primero, por dos compadritos y luego por hombre y mujer- anhelosa de dibujar en el suelo la coreografía de su inspiración.

Luego en las academias y peringundines se perfeccionaron todas las figuras del ballet tanguero: el corte, el abanico, la media luna, el paso atrás, la corrida...

Con el tiempo vinieron los grandes maestros para convertir el baile en arte. Es justo recordar, entonces, al vasco Casimiro Ain (1882-1940) y su pareja Edith PeggyOvidio José Bianquet conocido como Benito El Cachafaz (1885-1942); Egidio Scarpino, llamado La Lora (1894-1969); y Giussepe Giambuzzi ó Tarila (1889-1961); entre muchos otros.

            Debió ser algún duende -el duende de la gracia-, disimulado en la apariencia de un marinero o inmigrante alemán, quien introdujo el bandoneón en la Argentina para que el Tango se sirviese de él y a través de su grave, de su bronca voz adquiriera el tono definitivo de la hondura lírica de Buenos Aires.
            No ha quedado testimonio de la fecha de su milagrosa llegada. Pudo haber sido en los alrededores de 1865 ó poco más tarde; puede haber resonado por vez primera en los cafetines de la Boca del Riachuelo. Cualquier conjetura es admisible. Sería inadmisible, en cambio, sospechar que sin el fueye la música del Tango hubiese podido suscitar plenamente la nostalgia e inundar de emoción a los porteños.

            Sin esta oruga que se abre y se cierra con lamentos quejumbrosos, el Tango carecería de la fuerza pujante de la cual es dueño para avivar sentimientos y recuerdos...

             Ha habido y sigue habiendo diestros y maestros, estupendos ejecutantes del fueye. Una lista que pretendiese incluirlos a todos sería poco menos que interminable, pero en cualquier caso, debería comenzar con el nombre legendario de Lorenzo Eduardo Arolas, “El Tigre del bandoneón”nacido el 24 de febrero de 1892; conocido como Eduardo Arolas, se convirtió en figura fundamental para el desarrollo y difusión del Tango a través de sus composiciones y de las grabaciones realizadas con su propio grupo en1917.

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